obra

Benito Quinquela Martín

Fogata de San Juan

c. 1940

Descripción

En esta obra, Benito Quinquela Martín nos invita a participar de una celebración popular a partir de la representación de la Fogata de San Juan a orillas del Riachuelo, desde los balcones de los conventillos, prueba ineludible de que nos encontramos en La Boca

 Es una tradición popular que tiene sus orígenes en la Antigüedad en el hemisferio norte, coincidiendo con el solsticio de verano. Cada 23 de junio esta fiesta de origen pagano, que fue cristianizada y adaptada a la celebración del nacimiento de San Juan Bautista, se recrea en distintas partes del mundo.

En nuestro país, los inmigrantes europeos que, hacia fines del S XIX se afincaron en la zona a orillas del Riachuelo, trajeron consigo sus tradiciones, entre ellas la Fogata de San Juan y así, comenzó a replicarse en La Boca y en barrios aledaños, como Isla Maciel.

Para esto, se preparaban grandes fogatas en cada esquina donde participaban todos los vecinos y vecinas. Se acercaban con sus fantoches (muñecos realizados en papel, madera, llenos de colores) y sus deseos en notitas, para que el fuego pudiera cumplirlos.

A modo de cronista sobre los sucesos de su barrio, Quinquela realiza una  selección de distintos elementos que elige de la realidad objetiva para componer  una escena que representa una de las tantas tradiciones icónicas de La Boca. Este es un procedimiento habitual para Benito, quien se describía a sí mismo como un intérprete y no como mero copista.

Entre la espontaneidad y la búsqueda de una estructura compositiva sólida, en esta obra es posible rastrear cierto acercamiento a la regla de tres tercios, a partir de la cual, los elementos centrales tales como el fuego se ubican en la intersección de las líneas ortogonales, aportando mayor dinamismo a la escena.

Asimismo, el espacio se puede describir en tres partes: cielo oscuro, nocturno que contrasta con los colores saturados de las típicas viviendas (conventillos); la ribera como lugar de reunión de los vecinos y vecinas del barrio reunidos en torno a la gran hoguera; y el Riachuelo, protagonista infaltable en cada una de sus producciones, sobre el que se reflejan los brillos del fuego.

En esta como en todas sus obras, la espátula con la que aplica el óleo genera texturas y diferentes relieves, constituyéndose así en su marca personal.

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