obra

Benito Quinquela Martín

Exclamación

c. 1960

Descripción

En mis recorridas por la Boca, fui a anclar una tarde en el "Cementerio de barcos", que quedaba en Garibaldi y Pedro de Mendoza. Le daban ese nombre porque allí iban a parar los barcos viejos, inservibles, verdaderos muertos que esperaban turno para su definitiva desaparición. Cada uno de aquellos barcos tenía su historia; yo conocía la de casi todos y recuerdo aún la de algunos…

Era un atardecer magnífico y yo andaba paseando por el muelle, contemplando los barcos amarrados y las turbias aguas del río. Con el fin de ver mejor aquel cementerio marino, me acerqué al borde del agua y cuando estaba más abstraído en mis contemplaciones se me acercó un marinero de la Prefectura, que me agarró de un brazo y me interpeló con tono protector:

—¿Qué va usted a hacer?

—Nada. Aquí estoy, mirando estos muertos —le contesté.

—¿Qué muertos?. . . ¡Ah!, sí: los barcos. . . —exclamó él, y después de apartarme del peligro me empezó a aconsejar: —Yo sé lo que le pasa —prosiguió mi salvador—. Usted iba a suicidarse. No sería el primero que lo hace en este sitio. Este es un lugar peligroso para los suicidas en potencia.

 

Fragmento adaptado y extraído de: MUÑOZ, Andrés. Vida novelesca de Quinquela Martín. Buenos Aires, s/d, 1949, pp. 78-80.

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